En busca de la santidad

EL CUENCO DE LECHE
(Antony de Mello)

Había una vez un hombre que tenía la fama de ser el más santo de su pueblo, puesto que se pasaba el día leyendo la Biblia y rezando. Un día se atrevió a preguntarle a Dios si, efectivamente, era él el más santo de ese pueblo, como la gente decía. Y Dios le respondió que no; que había un hombre que era más santo que él, y le indicó quién era y dónde vivía.


Nuestro buen hombre, movido por la curiosidad, se dirigió hasta el lugar que Dios le había indicado, una cabaña en las afueras del pueblo, y decidió observar de lejos a este gran hombre que según Dios, era más santo que él. El hombre en cuestión era un pobre leñador, con esposa y cuatro hijos que mantener. La observación no resultó muy entretenida, puesto que el hombre se pasó todo el día cortando leña sin parar, excepto para comer algo a media mañana, a la hora del almuerzo y a media tarde, previamente dando gracias a Dios por el trabajo y la comida que le daba. La otra pausa que hizo, fue para ayudar a otro campesino que pasando por ahí, rompió una rueda de su carreta. Eso fue todo lo que pudo observar. De regreso a su casa le reclamó a Dios: "¿Cómo puede ser, Señor, que digas que ese hombre es más santo que yo? Si es un pobre ignorante, que apuesto que jamás leyó la Biblia porque hasta analfabeto es. ¡Y lo único que hizo es pasarse el día cortando leña!". Dios lo hizo callar, y le ordenó que para probar su fidelidad, llenase un plato con leche, y recorriese las calles del pueblo sin derramar nada.




Nuestro hombre, deseoso de demostrar su fidelidad, obedeció al instante. Los habitantes del pueblo lo miraban con curiosidad y más de uno dejó escapar una carcajada al ver a nuestro amigo en tan extraña labor, pero él iba tan absorto en su tarea que podría haberle pasado un camión por encima y no se iba a dar cuenta. Al terminar su recorrido, orgulloso de no haber derramado ni una sola gota, esperó con satisfacción un reconocimiento divino, pero Dios sin decir más nada le preguntó: "Dime, ¿cuántas veces te acordaste de mí mientras caminabas?”. Y el hombre respondió: "¿Cómo iba a tener tiempo de pensar en algo? Estuve todo el tiempo tan concentrado cuidando de no derramar ni una gota de leche que no podía distraerme en otra cosa"."¿Y así quieres ser el más santo del mundo? Ese pobre campesino tuvo que trabajar todo el día para alimentar a su familia, pero sin embargo tuvo tiempo de acordarse tres veces de mí, y de ayudar a otro a reparar su carreta. En cambio tú, en todo el tiempo que llevaste ese plato de leche, no te acordaste ni una vez de mí, y ni siquiera viste a ese niño que te pidió una moneda ni a la anciana que tropezó en la calle y te necesitaba para que la ayudases a levantarse. Si de veras quieres ser santo, debes aprender a cumplir con tus obligaciones diarias, sin dejarte absorber por ellas, dándote tiempo para acordarte de mí y prestar atención a los que te rodean y necesitan de ti."

Reflexionemos:
• ¿Qué era la santidad para este hombre? ¿Por qué creía que era santo?
• ¿Alcanza con hacer cosas buenas para ser realmente santos?
• El señor nos colma de sus dones gratuitamente. ¿Somos conscientes y respondemos a este obrar gratuito del Padre Bueno, de la misma manera? ¿De qué forma lo vivimos?
Que la Palabra de Dios sea nuestra única y verdadera guía para el encuentro con el Señor.
Lev.11, 44; Deut. 6:4-5; Zac 7:8-14; 1ªJn 4:7-12; Rom 12:9-16; 1ª Cor.1, 2; 1ª Ts5:16-24; MT 5,48; Lc 10:25-37; Mt 25:31-46; Lc 1.46-55

Para profundizar

Leamos con atención la palabra de nuestro querido san Juan Calabria
Cfr.: Mis amadísimos hermanos, cartas de san Juan Calabria a sus religiosos. Pág.: 51, 69,184, 275, 282, 276 y otros

Con diversas fórmulas se expresa una realidad fundamental: Dios quiere entrar en comunión con su pueblo, quiere comunicarse con él en un espíritu de reciprocidad y de mutua pertenencia. La iniciativa es siempre de Dios, el cual ofrece, por puro amor y en perfecta gratuidad, liberación, seguridad, certeza para el futuro: “El Señor se ha ligado a ustedes y los ha escogido no por ser más numerosos que todos los demás pueblos, -puesto que son el más pequeño de todos los pueblos- sino porque el Señor los ama. Reconozcan, pues, que el Señor su Dios es Dios, el Dios fiel” (Dt 7, 7-9).
En la raíz de la comunicación está, pues, la gratuidad. El evento comunicativo que rige toda la historia es un evento gratuito y libre: Dios decide comunicarse al hombre entrando con él en alianza. A tal iniciativa libre y gratuita del Dios viviente te exige una respuesta libre y agradecida: la respuesta de la fe. Don Calabria sintió y vivió este espíritu de gratuidad, ya que en todos se sentía indigno y hasta a la misma obra no la reconocía como suya sino como don gratuito de Dios y por eso debía cuidarla
Al mismo tiempo, sabedor de que todo es don gratuito del padre, Don Calabria quería corresponder a este regalo, preocupándose por buscar la santidad.
Él no tuvo visiones celestiales, revelaciones privadas, o arrumbamientos místicos, pero vivió la caridad al máximo grado que pudo, siempre acepto con amor el sufrimiento que Dios permitía en su vida. Todo esto coincide plenamente con el camino de santidad trazado en el evangelio.
El decía: "La santidad no está en lo extraordinario, sino en hacer el propio deber con amor extraordinario."
Calabria
entendió que la santidad es un don gratuito que recibimos en el Bautismo y entendiendo muy bien este llamado, vivió de manera extraordinaria lo cotidiano, con determinación decidió ser santo. “Quiero hacerme santo y gran santo, mis grandes pecados me servirán como sólido fundamento para humillarme. Hoy comienzo” (Don Calabria, Diario, 4 de junio de 1912).
Es este don que recibimos gratuitamente en el bautismo y que somos llamados a perfeccionar cada día para asemejarnos mas a Dios que es Santo.
Cualquiera sea el estado y la condición en que nos encontremos, todos estamos llamados a la perfección o sea a la santidad, porque todos estamos llamados al Evangelio que es la ley de la perfección,
Jesús dice a todos: “Sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que esta en el cielo” MT 5,48.
Todos los cristianos están llamados a la santidad que consiste en la perfección de la caridad, que se alcanza aceptando la voluntad de Dios en las distintas situaciones y formas de vida: “Así como aquel que llama es Santo, también sean santos en toda su conducta” I Pe. 1,15.


¿De qué manera concreta somos llamado a vivir la santidad hoy como calabrianos, en la familia, en el trabajo, en la relación con las personas etc.…?
¿Qué desafíos y dificultades encontramos para responder a este llamado a la santidad? ¿Qué nos ayuda?
¿Qué compromiso concreto deberíamos asumir de ahora en adelante?

Buscar la santidad

Jesús, maestro bueno, queremos seguir tus pasos
Danos tu Espíritu, para aprender a vivir en santidad.
Muéstranos el camino de la entrega,
infunde en nuestros corazones la vocación por dar.
Ayúdanos a descubrir que "dando se recibe",
Danos tu Espíritu, Jesús,
rompe las cadenas que limitan nuestro amor,
enséñanos a vivir en la generosidad.
Haz que volvamos a la buena nueva de tu Evangelio.
Invítanos a recorrer junto a ti los caminos polvorientos de Galilea
Encontrándote cercano a los que sufren, a los marginados y excluidos,
a los enfermos, a los hambrientos y los pobres.
Danos tu Espíritu, Jesús, ayúdanos a ser fieles
a tu práctica solidaria, en busca de la justicia, por la construcción
de un mundo de hermanos, viviendo la generosidad de la donación,
hasta de la propia vida, para que otros vivan mejor.
Todos tenemos algo para compartir.
Nuestro tiempo, nuestros bienes, nuestros conocimientos nuestra experiencia,
nuestras esperanzas, nuestras alegrías y nuestras luchas.
Danos tu Espíritu, Jesús, ofreciendo y poniendo en común lo que somos,
lo que tenemos, lo que esperamos, con generosidad para vivir el amor.
Y entonces…sólo entonces seremos fieles a la vocación a la santidad.
Amén.

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